Resumen del libro
Esta inscripción se hallaba situada al lado del lugar donde en otro tiempo se alzó la demolida casa de Juan Jacobo Mora, quien, junto con Guillermo Plaza y otras personas, fue llevado al suplicio condenado por haber propagado, mediante «untos» en las paredes, la peste que asoló la ciudad de Milán en 1630. El relato de aquél proceso, que ha dado origen, al menos, a dos importantes obras —la de Pietro Verri «Observaciones sobre la Tortura», y la, más conocida, de Alessandro Manzoni «Historia de la columna infame»— conmocionó a los círculos ilustrados milaneses. Y esa conmoción se produjo no sólo por la inutilidad de la tortura como medio de investigación de la verdad en el proceso penal, o por la demostración de superchería e ignorancia que evidencian las imputaciones que se hicieron a los supliciados, sino por el espectáculo de sufrimiento tan atroz, de profanación del cuerpo del torturado que se trasmite a cualquier semejante que tome conocimiento de lo ocurrido por muchos años que hayan transcurrido desde aquel suceso.
Pietro Verri escribe acerca de la tortura a la que fue sometido Guillermo Plaza:
«...; decretó el Senado que el Presidente de la Sanidad y el Capitán de Justicia, con la asistencia también del Fiscal Tornielli, tenían que atormentar nuevamente a Plaza acri tortura cum ligatura canubis et interpollatis vicibus arbitrio 2, etc. y es de notar que se añade abraso prius dicto Guglielmo, et vestibus curiae indulto, propinata etiam si ita videbitur praefatis Praesidi et Capitaneo potione expurgante 3, y ello porque en aquellos tiempos se creía que en los cabellos o en el vello del cuerpo, en la ropa o en los intestinos, por haberlo tragado, pudiese haber un amuleto o pacto con el demonio, por lo que afeitándole, despojándole de sus vestidos y purgándole se desarmaba al reo. En el año 1630 casi toda Europa se hallaba envuelta en estas tenebrosas supersticiones 4.
Conmueve el sentido de humanidad la escena de la segunda tortura con la cuerda, que dislocando las manos las hacía doblarse sobre el brazo, mientras el hueso del hombro se dislocaba de su cavidad. Guillermo Plaza exclamaba mientras se preparaba el nuevo suplicio: Me matan, lo prefiero, porque la verdad ya la he dicho; después, mientras comenzaba el crudelísimo dislocamiento de las articulaciones decía : que me matan estos. Más tarde, a medida que aumentaba el rigor gritaba: Oh Dios me asesinan, no sé nada, y si supiese algo ya lo habría dicho. Continuaba y crecía gradualmente el martirio, instándole continuamente el Presidente de la Sanidad y el Capitán de Justicia para que diese los nombres de los diputados del lugar así como para que respondiese acerca de la ciencia de extender el ‘unto’ en las murallas. Gritaba el desafortunado Guillermo: No sé nada; hacedme cortar la mano, matadme también. ¡Oh Dios mío, oh Dios mío!. Continuamente le instaban los Jueces, encarnizándose cada vez más, y él respondía exclamando y gritando: ¡Ah Señor, me asesinan!, ¡Ah Dios mío, estoy muerto!. ¡Estremece seguir esta atroz escena! A nuevos requerimientos replicaba siempre lo mismo, protestando de haber dicho la verdad, y los jueces nuevamente querían que la dijese, él respondió: ¿qué queréis que diga? Si le hubieran sugerido una acusación imaginaria, él se habría acusado; pero no podía inventar los nombres de personas que no conocía. Exclamaba: ¡Oh que asesinato! Y finalmente, después de una tortura durante la cual se escribieron seis planas del proceso, y dado que persistía en decir con voz débil y sumisa: No sé nada, la verdad ya la he dicho, ¡Ah que no se nada!, después de un largo y crudelísimo martirio fue conducido de nuevo a la cárcel».
INTRODUCCIÓN
I. El Derecho Penal en el absolutismo
II. La Ilustración
III. El autor
IV. La obra
1. Crítica del Derecho justinianeo y reivindica-
ción de la idea codificadora
2. La interpretación de las leyes
3. Proporción entre delitos y penas
4. La confesión y el empleo de la tortura
5. Igualdad de las penas
6. Pecado y delito
V. La presente edición
TRATADO
DE LOS DELITOS
Y
DE LAS PENAS
NOTA
PRÓLOGO DEL TRADUCTOR
PROTESTAS DEL TRADUCTOR
PRÓLOGO DEL AUTOR
INTRODUCCIÓN
§. I. Origen de las penas.
II. Derecho de castigar.
III. Conseqüencias.
IV. Interpretación de las Leyes.
V. Obscuridad de las Leyes.
VI. Proporción entre los Delitos y las Penas.
VII. Errores en la graduación de las Penas.
VIII. División de los delitos.
IX. Del Honor.
X. De los Duelos.
XI. De la tranquilidad pública.
XII. Fin de las Penas.
XIII. De los Testigos.
XIV. Indicios, y formas de Jucios.
XV. Acusaciones secretas.
XVI. Del Tormento.
XVII. Del Fisco.
XVIII. De los Juramentos.
XIX. Prontitud de la Pena.
XX. Violencias.
XXI. Penas de los Nobles.
XXII. Hurtos.
XXIII. Infamia.
XXIV. Ociosos.
XXV. Destierros y Confiscaciones.
XXVI. Del espíritu de Familia.
XXVII. Dulzura de las Penas.
XXVIII. De la Pena de Muerte.
XXIX. De la Prision.
XXX. Procesos y Prescripciones.
XXXI. Delitos de prueba dificil.
XXXII. Suicidio.
XXXIII. Contrabandos.
XXXIV. De los Deudores.
XXXV. Asylos.
XXXVI. De la Talla.
XXXVII. Atentados. Cómplices, Impunidad.
XXXVIII. Interrogaciones sugestivas, y Deposiciones.
XXXIX. De un género particular de Delitos.
XL. Falsas ideas de utilidad.
XLI. Cómo se evitan los Delitos.
XLII. De las Ciencias.
XLIII. Magistrados.
XLIV. Recompensas.
XLV. Educacion.
XLVI. Del Perdon.
XLVII. Conclusion.
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Colección Crítica del Derecho. Sección Arte del Derecho